
Al amanecer, entre la neblina matutina y el agitado tráfico de la Ciudad de México, las misteriosas figuras de Las Marías se materializan como un mito. Como uno de los grupos de motociclistas más conocidos de la capital, un grupo de mujeres que desafían la convención al rugir sus motores, abriendo camino hacia el empoderamiento femenino en una sociedad que ha estado dominada por el machismo durante mucho tiempo.
El poder detrás del cuero
Cuando vi por primera vez a Las Marías en acción, su energía era contagiosa. Blackbird, la líder del grupo, tiene una presencia carismática y un estilo fresco y natural. Savage, su fiel compañera, representa la filosofía impasible del grupo - nunca dispuesta a ser esnob ni a dejar pasar una idea ingeniosa o una modificación novedosa en la pintura de su moto.
Cada motociclista tiene su propio estilo único, pero comparten un fuerte lazo y el entendimiento tácito de que andar en moto es más que velocidad. Es autoexpresión y resistencia, envuelta en cuero negro y acentuada por risas que resuenan sobre el rugido de los motores.

Es imposible no mirar a este grupo de mujeres valientes atravesar la ciudad, capturando la atención de cualquiera - ya sea por admiración o asombro—.
Un viaje inolvidable
Nuestra rodada matutina nos llevó a través del enjambre citadino y por antiguas carreteras que conducen a Tula. Los espectadores —especialmente hombres - quedaban boquiabiertos, reflejando lo inusual que aún es ver incluso a una sola mujer en una motocicleta en el país, y mucho menos a cinco moviéndose en sincronía.
El trayecto hacia el norte llevó a Las Marías al corazón palpitante de la escena local, un bullicioso mercado en Huehuetoca. El grupo, inmutable ante miradas sarcásticas, se deleitó con tacos rellenos de gusanos de maguey y escamoles. Entre mesas calientes y risas, su amor por la cultura mexicana brillaba y se negaba a ser mancillado por la crudeza de la tradición.
Riesgo, resiliencia y el camino
Cada integrante de Las Marías se ha enfrentado cara a cara con el peligro. Accidentes, furia vial y caídas serias son parte del paquete. Pero su temple compartido inspira: las cicatrices y moretones se vuelven recuerdos, su pasión por la carretera es inquebrantable, demostrando que el riesgo, de hecho, es parte del disfrute.
Al ascender las imponentes pirámides toltecas de Tula, el grupo subió entre gigantes de piedra. Desde la cima, se divisaba la ciudad extendida; debajo, el incesante bullicio industrial. Blackbird comparó el lugar con Mordor, un sitio donde mito y lucha contemporánea se dan la mano. Con su porte firme e inquebrantable, Las Marías reflejaban la quietud de las estatuas ancestrales.
El ciclo continúa
Las Marías no son sólo forajidas: son defensoras culturales que mezclan la tradición con la disrupción. Su devoción por la moto, por sus compañeras y hasta por el pulque —una bebida milenaria que disfrutan en sus viajes— las identifica como distintivamente mexicanas y, a la vez, profundamente subversivas.
El regreso vibró con el eco de los escapes ruidosos entre túneles de piedra, una celebración estridente de libertad y rebeldía. Recordé el tatuaje de Blackbird —un ouroboros— símbolo de los ciclos infinitos y la necesidad de ‘vivir rápido’. Mientras existan chicas como Las Marías rodando, el ciclo del cambio gira sin romperse.
La pregunta ¿existen bandas de motociclistas femeninas en México? resuena entre las calles y hasta en los motores de búsqueda, sin embargo, Las Marías son evidencia viva de que existen y de que están cambiando la narrativa de lo que significa rodar en motocicleta.
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